Cuanta razón, si escuchar fuera mi mejor virtud, seria definitivamente una mejor persona, y obviamente mi pálido YO estaría recubierto de algo que hoy en día llamo abundancia y muchos colores emanarían de el. No suelo acarrear con culpas en mi mochila por mucho tiempo , es mejor reconciliarse con ellas y dejarlas ir y acto seguido la mente comienza a trabajar estrepitosamente hacia un análisis detallado de mi actuar, se convierte en única complice y jueza severa, mi peor amiga. Finalmente la enredada maraña de latigazos recibidos como castigo dejaran su marca, heridas de guerra que solo se ganan estando en el campo de batalla, sufriendo el inevitable cansancio mental que esta produce, pero que al fin y al cabo forjan el carácter y lo hacen sin lugar a dudas resistente, difícil de dañar, difícil de soportar y que se convierte en una excelente defensa pero una pésima puerta de entrada. Si, de batallas heridas tengo y solo de pocas reniego por ser yo el que inicio el conflicto. Definitivamente esta vez no ganare un enemigo, bandera blanca en mano me rendire y haciendo caso por primera vez a mi jueza interior aprenderé a escuchar...
Reniego de mi, reniego y sufro mi penitencia.
Todo esto me recuerda el poema que mas llamo mi atención del singular Charles Baudelaire. No lo entiendan , leanlo...
La Negación de San Pedro
(Charles Baudelaire, Las flores del mal)
Por cierto, ¿qué hace Dios de ese mar de anatemas
Que asciende día a día hasta sus serafines?
Como un déspota ahíto de viandas y de vinos,
Al dulce son de nuestras blasfemias se adormece.
Las quejas de los mártires y de los torturados
Son una sinfonía embriagante sin duda,
Ya que, pese a la sangre que cuesta su deleite,
¡Los cielos no parecen todavía saciados!
¡Acuérdate, Jesús, de aquel Huerto de Olivos!
Con suma sencillez oraste de rodillas
A quien allá en su cielo reía de los clavos
Que unos viles verdugos hincaban en tus carnes,
Cuando viste escupir en tu divinidad
A la chusma del cuerpo de guardia y de cocina,
Y cuando tú sentiste penetrar las espinas
En tu cabeza donde habitaban los hombres,
Cuando aquel peso horrible de tu cuerpo quebrado
Estiraba tus brazos tensados, y tu sangre
Y tu sudor corrían por tu pálida frente,
Cuando fuiste mostrado como blanco ante todos,
¿Recordabas los días tan brillantes y hermosos
En que a cumplir la eterna promesa tú viniste,
Cuando a lomos de mansa borrica recorrías
Los caminos sembrados de flores y ramos,
Cuando, henchido tu pecho de esperanza y valor,
Azotabas con fuerza a viles mercaderes,
Cuando fuiste maestro?
¿No caló en tu costado
El arrepentimiento más hondo que la lanza?
En cuanto a mí, es seguro que saldré satisfecho
De un mundo en que la acción no es hermana del sueño;
¡Ojalá mate a hierro y que a hierro perezca!
San Pedro renegó de Jesús... ¡hizo bien!
...A thought to infect you, An idea to perfect you
Poeta Maldito? Interesante...
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